25.10.09

Una azafata a todo vuelo

La lluvia no amainaba, pero tampoco decaía mi curiosidad por ver antes que nadie las obras que estaría exponiendo José Luis Anzizar en el Centro Cultural Recoleta. Después de las mil sugerencias recibidas que tronaban en mi mente diciendo “debes escribir seriamente, no seas insolente”, me dirigí hacia el estudio del artista dispuesto a hacer una reseña extra profesional.
Con abundante verde, mansas ovejas y silos repensados arquitectónicamente, el taller de Anzizar es un cóctel entre paraíso solemne y bunker post civilización ubicado cerca del barrio de Chacarita.
Increíblemente, más allá del horizonte, José Luis vuela sin equipaje. Es que Reina (el alter ego de Anzizar) con narcotizante trajecito de Emilio Pucci está bien entrenada para cualquier tipo de improvisto. En su adolescencia mientras él remaba sobre antagonismos, una serie de aviones pintados por Alexander Calder, dividían las aguas del delta entre sueños e imposiciones. “Cada domingo la rutina era la misma. Mientras el timonel y el entrenador se esforzaban en motivarnos a punta de grito, yo, literalmente, estaba en las nubes. Si bien la anchura del rió ayudaba a hacer más liviana la carga, me costaba estar en el agua”.
Esta performatica azafata sentía como un guiño de ojo el pasar de los aviones colores pastel que invitaban a evadir la opresiva rutina.
Reconfortantes apariciones de la flota aérea Flying Colors de la ex Braniff hacían que los sueños de Anzizar sean cada vez más auténticos.
En esta serie de trabajos el artista rompe el formato y se desliza en un sin fin de lenguajes empleando objeto, instalación, fotografía, bordado, pintura, collage, performance y construyendo un nuevo mapa de su propio cuerpo.
Sin azar en el camino, abundan las metáforas y paralelismos que narran situaciones entrecruzadas con lo cotidiano.Ya sea como azafata de avión o transmutado en ágil hibridación de colibrí, las fantasías de José Luis ganan altura en esta muestra y se materializan en colores que vuelan.

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