14.3.09

¡El arte ha muerto!
Je suis le Ténébreux, le Veuf, l´Inconsolé

El año se reactivó a pesar del mal augurio económico y las muestras de arte pululan por todos lados, esgrimiendo temas insospechados.
¿Ser o no ser? Mi abuela rusa, la Baba, me decía sabiamente que primero hay que ser para luego no ser más. En este caso el ser es sórdido en medio del aquelarre, ya que hoy es día de múltiples inauguraciones en el Centro Cultural Recoleta y se dificulta elegir destino.
En la sala de los dos Noe no hay más lugar, ni aire para respirar. Lo mejor es surcar camino hacia la sala en la cual expone Marcelo Pelissier.
“Consumimos para olvidar que en algún momento vamos a morir”… nos dice el artista, y le contesto a modo de dialogo virtual, pero antes, un poquito de arte acompañado con una copita de vino.
Caras conocidas de artistas amigos del artista e imágenes nada bucólicas nos esperan en forma de pinturas y fotos. La vida como desecho en la vía publica. Basura tirada en la calle que en algún momento tuvo vida. En una fotografía, una palomita brutalmente aplastada como una estampilla reposa en el asfalto. Restos de sangre humana (símil film Crash) salpican un deformado paragolpes logrado en un accidente automovilístico. El cráneo de Hamlet con fondo Mondrian observa las alturas y parece estar conversando con los visitantes junto a un refresco-mc-cola. La lluvia de coloridas iconografías musulmanas, judías y cristianas acompañan el recorrido irónico del espacio y se banalizan junto a la muchedumbre de marcas registradas. Un gran cisne (hembra/macho) en pleno éxtasis sexual… ¡Sí! ¡SEXUAL! …con una Leda que parece salida de la revista playchicos. Otra imagen nos muestra una desafortunada mulita embestida por un camión en alguna ruta del litoral patrio. Pelvis, rotulas, mandíbulas y falanges alineados por todos lados como ejércitos que marchan (ídem títulos película La Comunidad). Es que a Pelissier, mal que pese, “la muerte le sienta bien”, y nosotros morbosos, todos quisimos ver.
En el catálogo reza en francés un texto de Gérard de Nerval, “Mi sola estrella ha muerto y mi laúd estrellado porta el sol negro de mi melancolía”.
Una muestra que bien puede ser un grito desesperado o un lúdico frotarse contra el humour noir (humor negro), casi casi, despertando indignación episcopal.

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