16.10.10

.




ilustración: Frank Jensen

VIAJE DE EGRESADAS

Como a Mr. T de la ochentona serie Brigada A, me tuvieron que dar la pastillita para volar ¡Y no es una metáfora!
Artistas de Perú, Brasil, Chile y Argentina compartieron la tercera edición del Festival Artymaña que se llevó a cabo en Villa la Angostura en donde se vieron brillar las obras en situ de artistas como Viviana Macias, Judith Mori, Marga Steinwasser, Marta Ares, Verónica Navajas, Cinthia Magan entre otros.
La organización a cargo de la Universidad de Buenos Aires y del municipio de la Villa no tiene nada que envidiarle a cualquier otro festival. La excepción es que Artymaña es el único en su categoría de arte y reciclado de basura, intentando educar a consumidores irresponsables (una tarea realmente difícil). Un paraíso para repensarse y replantearnos del porque dañamos con tanto entusiasmo nuestro propio medio ambiente.
Con la efervescencia de un adolescente en viaje de egresados pero con dos docenas más de años, acepté la invitación a la fiesta anual en la provincia de Neuquén. Algunas de las diferencias con aquel lejano viaje estudiantil podrían ser que en aquellas épocas el sexo y la sexualidad no eran algo irrelevante, lo mismo pasa ahora, pero con la libido aplastada, amordazada y desviada esta vez la prioridad es la ingesta de alimentos.
Alojados en confortables cabañas frente al lago Nahuel Huapi en un predio de 20 manzanas a pocas cuadras del centro cívico, ideal para residencias de arte, los y las participantes se proyectan para una jornada de intercambio, talleres, entrevistas y por supuesto mucha pero mucha comida. Es así como me inicie con las empanadas de trucha y seguí con el goulash, los spaghetti con hongos, la mouse de limón, los daiquiri de frambuesa, la fondue, el helado de arándanos, los chocolates con trozos de naranja y todo el resto que ya no recuerdo. Un caótico viaje de ida que personalmente culminaba a las 4 o 5 de la mañana y emprendía a las 9 con un gran desayuno continental. Por suerte había siempre un taxista trasnochado que me llevaba de regreso a las cabañas, en donde todos dormían placidamente, mientras yo intentaba mezclarme con la cultura pre cordillerana para instruirme en sus costumbres.
Una mañana decidido a cambiar el rumbo de mi vida, a favor de la no contaminación de mi cuerpo, marche hacia una caminata deportiva de 10 Km. por los senderos que limitan con la fascinante Selva Valdiviana. Previamente fui alertado por la gente de la Villa que narraba graves entrecruzamientos con los mapuches no reconocidos de la zona. ¡Tenga cuidado que cambian los carteles de lugar para que se pierdan los turistas o les tiran piedras desde lejos!... Sorprendido, no me quedó más remedio que partir en busca de la verdad. Obviamente que acompañado de Macias y Steiwasser a las cuáles no creí necesario advertirles sobre estos dudosos comentarios para no crear pánico innecesario.
A pesar de los dos grados bajo cero en el rebosante amanecer, la belleza de las cascadas de Inacayal hundidas en un bosque encantado fueron sin dudas la desconexión absoluta con la urbanidad, también fueron la desconexión con el dolor de pies causado por la interminable caminata.
Al bajar del cerro se avecino a nosotros una mujer que amablemente nos ofreció asilo para calentarnos. Vivía tras un cartel que decía territorio mapuce (territorio mapuche), frente a una casa esqueléticamente carbonizada (¿cómo se habrá quemado?), en esas mismas tierras que el estado vendió al famoso basquetbolista argentino.
No pudimos resistir la curiosidad y gustosos aceptamos la invitación. Para Marga y Viviana la charla con los mapuches era la posibilidad de escuchar la otra campana de los entrecruzamientos, para mí la oportunidad radicaba en el hogar a leña, los mates y las abundantes tortas fritas.
Los relatos de la familia me hicieron un nudo en el estomago. Dos horas después con la mochila cargada de mermeladas y pan casero emprendimos nuevamente nuestro silencioso descenso hacia el pueblo, donde exponíamos nuestras obras ajenas a las problemáticas territoriales.
Como en los viajes siempre nos penetran nuevas experiencias, prometí razonar sobre el consumo innecesario de recursos y reciclar por lo menos los desechos orgánicos que van a la bolsa de la basura. ¡También descubrí amigos con los cuales puedo relacionarme vía mail lejos de los excesos patagónicos!
.




ilustración: Gabriela Pino

¿BIFURCADO YO?

5.00 hs. Suena el despertador en el barrio de San Cristóbal, 2 grados bajo cero dice la radio, empiezo a fraccionar, al llegar a Merlo voy a estar a unos 4 o 5 grados bajo cero en pleno campo. Me abrigo en cantidad extrema y parto hacia la oscuridad del inverno. Como una carrera de obstáculos surco con truculencia la esquina del paco, eludo el camión que descarga mercadería en el hipermercado, saludo como todas las mañanas, ¡Buen día!, a la dominicana de la plaza Once.
¡No me privo de nada! Mi trayecto es subte, tren, colectivo. Luego cruzo la ruta y camino sobre la escarcha algunas cuadras por un estrecho sendero que costea un brazo del riacho… “Mi mamá me dice que así hago Patria”.
7.15 hs. A pesar del frío ellos están allí, incondicionales como siempre.
Otra vez en mi cabeza las mismas preguntas… ¿Qué habrá hecho Jonathan para estar aquí? ¿Y Brian?... me interrumpen: ¡¡¡profe, profe…!!! ¿Hoy vino mi juez? Soy la única visita de los martes, y hay mucho alboroto dentro del aula gesell. ¡No se chicos!… (La verdad es que ni yo se quien esta del otro lado del vidrio).
Graciela me recuerda antes de entrar que las preguntas personales se contestan con otras preguntas y que no debo contar intimidades ni preguntarlas. Los alumnos tampoco pueden circular por el aula y yo debo manejarme exclusivamente en el perímetro del pizarrón.
9.40 hs. En el taller de arte estamos trabajando con conceptos básicas de grabado, mas tarde ellos van con sus monocopias a una charla con Natalia, la psiquiatra de la institución. Mi trabajo no es solamente enseñarles la técnica, debo procurar que no lleguen a la terapia con la hoja en blanco.
Recibo mucho cariño e intento devolverlo. Los resultados de la jornada de hoy me ponen feliz, dan ganas de llevarse clandestinamente algunos trabajos, pero es mejor que queden ahí y los expongamos para todos en la pared.
19.30 hs. Un mozo me ofrece champagne mientras una mujer a mis espaldas teoriza con tono intelectual sobre los antagonismos entre la pobreza y la inseguridad en la argentina.
Despliego nuevamente mis efectos miméticos. Es la fiesta de Fédéric y la cena es en la mansión de San Isidro. La cita es de elegante sport pero algunas mujeres que van por primera vez decidieron ir de gala. Al embajador le encanta el arte y por consecuencia tiene muchos amigos y amigas pertenecientes al circuito artístico. Apenas llegamos supe reconocer entre la muchedumbre a Kevin Power que miraba todo pero como ausente, Alberto Sendrós expansivo relataba su viaje a Turquía, Aníbal Jozami y su esposa sonreían, Sophie Calle intentaba dialogar con Marta Minujín. Un narcotizante animador le pone ritmo a la velada y marca los tiempos de charla, los de comida y el de los músicos que vinieron a exorcizar a los invitados.
Martín se aleja para saludar a viejos amigos que solo hablan en francés, quedo solo por unos minutos disfrutando del interminable jardín que lindera con el río.
20.00 hs. Fédéric adora a los artistas de este país y de vez en cuando le apetece hacer alguna comprita estival como el Duilio Pierri que se encuentra en la gran sala frente a la pequeña escultura tripartita de Minujín, o el Roberto Elía de uno de tantos cuartos de planta alta. No recibe asesoramiento alguno para sus compras, actúa por instinto y le gusta visitar a los artistas en sus talleres.
Lejos de ser divertida la fiesta es como un protocolo constante en el cual el homenajeado nunca se relaja. No pudimos charlar nada, y pronto partirá para Paris en plan de negociaciones. Me acerco a la cocina y charlo un instante con Dora, mientras ella hace malabares para servir a la gente. Lo conoce bien, sus aciertos y resistencias, ha sido su servidora en África, Europa y América. Esta un poco triste porque parece ser que este es su ultimo trabajo para el embajador, ya que se apronta su jubilación como funcionario del estado francés. Pero no tan triste, o no triste del todo, porque tras una pausa nos cuenta con fluidez algún que otro chisme de su vecina estrella Valeria Masa.
22.10 hs. Sonrío como todos, pero sin exagerar, nos retiramos a casa para descansar y le pedimos a Dora que nos despida de Fédéric. En el viaje de regreso me pregunto… ¿Mañana también me espera un día bipolar?